6/09/2006

Lo que otras crónicas del Primavera no contarán


Este año, para que no se diga, he anotado mi impresión de los conciertos en una libretilla, con lo que en los próximos días os aburriré con mis sagaces y despiadadas crónicas del Primavera Sound; pero también hay una serie de acontecimientos que merecen la pena ser contados, luego se olvidan y no pasa nada, pero a mi me da pena, así que empiezo:

Nos fuimos al Primavera Sound. Sin anestesia el jueves de mañanita cogimos un avión y en un abrir y cerrar de ojos estábamos en la Paza de Catalunya. El primer grupo lo formábamos PK, Cesar, Ana y yo, el viernes vendrían Elena y Carmen para conformar el equilibrio de sexos.

Antes del viaje Ana comprobó que por segunda vez algo nacía dentro de su cuerpo–la verdad era por tercera vez, pero mejor olvidar la anterior–. Alegría y prevención al mismo tiempo; hay que cuidarse, no me debo de pasar–decía ella–. Más adelante hablaremos de esté crecimiento interior que viene duplicado, sí lo que se oye, pero entonces no lo sabíamos.

El Hotel, el mismo que el año pasado. Este año no nos perdimos por las salidas del metro y llegamos a la entrada. Después de un rato comprobamos que la habitación era peor que la del año pasado, en la tele, que la dejamos puesta, se oía el murmullo de voces y estulticia del duelo de La Chipionera.

Tomamos unas cervezas en La Churre, al parecer estamos en un barrio que se llama Poble Sec pero si cruzamos una calle, llegamos a otro que se llama el Raval, que a mi me sonaba a mestizaje y no me equivocaba.

La Churre es una churrería que tiene una terraza perfectamente situada, en mitad de la calle peatonal y enfrente del BUSCOPIS, que es una inmobiliaria típicamente catalana pues en otro sitio eso suena mal.

Después de unas cervezas comimos en un estupendo restaurante que está en la calle Roser, se llama Rosal 34 y es cómo una rosa en un estercolero, es probablemente el único local de calle con un poco de estilo y con gusto. Comimos fantástico y a un precio razonable, a ese sitio volveríamos el sábado. Es curioso el año pasado estaba pero no nos fijamos o no nos atrevimos pensando que igual sería muy caro. Ilusos de nosotros salimos de ahí en busca de un bar donde tomar un pacharán y con ese criterio que tenemos los de Madrid que cualquier sitio que pone bar es un buen sitio, nos metimos en un bar dominicano, donde aparte de ignorar lo que es el pacharán, no se podía fumar y encima estaban viendo el entierro o lo que fuera de Rocío Jurado. Pedimos Ron, con algo de miedo, y permanecimos silenciosos viendo como todo el mundo nos observaba. (Fin de la primera parte)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Poble Sec es el último reducto de Barcelona. Por ello, Clos y los tecnocratas han decidido acabar con él a traves del olvido y la negación. Aún así, se mantiene un delicado equilibrio entre vecinos de toda la vida, nuevos vecinos (yo mismo) e inmigración.

Os perdisteis la Bodega Saltó, los bares de Blai, La Bella Napoli, la plaza del Sutidor, etc etc.

Y el Primavera Sound sigue siendo el mejor festival de musica.