5/22/2006

El delgado círculo natural de las cosas


Mis compañeras de trabajo me preguntan si he leído a Ken Follett,–la verdad no he leído nada de él, sin embargo sé que no me gustaría, conozco su capacidad para realizar libros con trampa y a quién va dirigido–. Como sé que no tengo que leer a Tom Clancy. Eso no quiere decir que no me gusten los libros malos, hay libros que he disfrutado mucho de Lucia Etxebarria, de Irvine Welsh, de Jose Angel Mañas, de Nick Horby que la gente dice que son malos, a mi me gustaron en aquel momento no pedía nada especial, pero la gente que sabe dice que son malos, en aquel momento con leer me era suficiente.

Me acuerdo de Ken Follet y de Dan Brown y de Julia Navarro y pienso que la gente que lee esos libros sólo busca entretenimiento, yo leía, sólo por puro entretenimiento, a los citados en el párrafo anterior porque siempre he sido un “moderniqui” con un acusado síndrome de Peter Pan.
Lo mismo aunque de otra forma le pasa a la gente que va en metro con La Historiadora, pues simplemente quieren entretenerse, no quieren pensar, no quieren introspección, no desean erudiciones ni monólogos interiores que les distraigan en la historia. Ellos están contentos, por mucho que la gente se empeñe están tan contentos ¿Cómo vamos a hacerles comulgar con ruedas de molino? No se puede, lo mismo pasa con la música.

Tokio Blues vendió más de 30.000 ejemplares el año pasado. Es mucho. Esto quiere decir que lo leyó más gente que la que habitualmente lee libros. Si la gente lo leyó es porque funcionó el boca oreja. Está claro a la gente le gustó. Como en música a veces a la gente que le gusta Melendi o la Oreja de Van Gogh también le gustan Coldplay o Fangoria. ¿Eso quiere decir que Coldplay o Fangoria hacen una mierda de música?¿Quiere decir que lo comercial es basura?¿La primera vez que escuchaste el Aserejé, no te sonó bien?¿A qué también te pasó con Hey Ya! De OutKast?

Esto nos explica que para tener éxito hay que traspasar la barrera de los moderniquis, de la gente que va al FIB o ve Ipop. Si es que para ti tener éxito es lo importante.

Podríamos proponer al igual que Italo Calvino la encuesta de ¿Porqué escribes? Se lo podríamos preguntar a Nacho Canut ¿Por qué haces música, porque compones canciones, porque actúas en directo? Estoy seguro que no todas las preguntas tienen las mismas respuestas.

Resulta que La 2 es un canal alternativo. Es como Radio 3 que es la emisora en cadena que menos audiencia tiene. La 2 tiene tan poca audiencia que es más alternativa que una emisión por un medio no convencional.

Luego está lo de La China Patino ¿Es moderna? ¿Es cosmopolita? ¿Te pone?–A mi no me pone, pero verdes las han “segao”–.digo, como queriéndome disculpar. El caso es que Jesús Ordovás, el sempiterno, el maestro, el único, el auténtico tiene carta blanca para hacer un programa de música en la tele –¿En la tele?– Sí, en la tele –¿La misma de Supervivientes y Salsa Rosa y Matías Prats?– La misma, otro canal pero el mismo medio. Esto quiere decir que alguno haciendo eso que empieza por z –¿zorrear?– No, zapping con el mando. Pues eso, uno puede zapear desde la China Patino a Cámera Café. Pero que no, que nadie ve Ipop, que sólo lo ven los mismos que ya estaban interesados por estos temas previamente. Es como Estravagario. Que el señor de barba sale y en algunos momentos nadie está pendiente. Hablando de Carta Blanca, va a ser el nombre de un programa nuevo de la 2

La cuestión de la que yo quería hablar era que si el producto que realizas, música, pintura, video, tv, libros, no traspasa las barreras de lo esperado, de su público natural, no pasa nada, es lo normal, pasa por no hacer concesiones. Si el libro, o la obra, o lo que sea se vende, trasciende de su círculo natural es por una razón: por las concesiones y si no las hay se buscan. El artículo de consumo general–con honrosas excepciones, que según más marginal sea el círculo natural del que hablamos hay menos excepciones– repito el artículo de consumo general no puede ser arte y si lo fuera hay que hundirlo, el hecho de que se venda es un punto en contra nunca a favor.

Tokio Blues fue declarado mejor obra de ficción en el 2005 por Rock de Lux. No es para tanto. Es curioso. Estos que le quitan el pan y la sal cada año a los personajes que fueron moda el año anterior. Deciden que un libro simple, entretenido a ratos, es el mejor del 2005. Entiendo que algunos no se lo leyeran, que no sean exhaustivos, lo comprendo, no tienen porque hacer lista de libros; pero no, les pone cachondos la realización de clasificaciones: la lista, la ordenación que genera polémica y desazón, porque si sólo dices lo que más te ha gustado y no lo ordenas, las injusticias se minimizan, pero lo que hay que hacer es vender revistas.

A todo esto la mejor novela del 2005 fue publicada en Japón en 1987. Si estos chicos tan listos lo supieran.

5/19/2006

El final de Tokio Blues lo desenmaraña Lector Malherido


Si alguien desea leerse la novela y es de aquellos que no quiere saber con antelación su nudo y desenlace, con el fin de sorprenderse y agarrarse por la trama–en el hipotético caso de que la trama de esta historia cautivara y te mantuviese suspendido y ausente sólo pendiente de su desenlace, que no lo es en mi humilde opinión–.Insisto, si alguien que lea esto, no ha leído el libro y piensa hacerlo le ruego que se salte los párrafos en negrita. Como Malherido la destripa, yo también tengo derecho, además mi destripe es menos dañino, sí, apenas tiene audiencia.

La historia previa al libro la conté en la entrada anterior. El problema es que cuando empecé ya había sido advertido por Ana y por Malherido–cada uno en su estilo–de que el libro tenía gato, el hecho de Rockdelux la declarase mejor novela del 2005 no hace sino añadir algo más de confusión al asunto y mi retraso en leerla no ayudó a mi reparos al hacerlo, pero necesitaba algo ligero que leer después de Contra Natura–esto también lo conté en la entrada anterior–.

La historia es la de un adolescente japonés, pero la novela se inicia con el adolescente–que ya no lo es, que ha crecido–aterrizando en Hamburgo, suena Norwegian Wood en el hilo musical, flash back sus tiempos de la universidad, vivía en una residencia, con un tío raro al que denomina Tropa de Asalto–este personaje desaparecerá en mitad de la novela sin que se sepa de su paradero, destacaba por su orden y limpieza y ejercicios físicos matutinos. Es posible que el personaje fuera real no me imagino alguien tan insulso fruto de la imaginación–.
El adolescente japonés es un chico solitario, independiente, no se casa con nadie, lee con insistencia y deleite el Gran Gatsby. Su único amigo se suicidó después de jugar con él al billar. Tokio es una ciudad grande pero no lo suficiente para que él se encuentre con la novia de su amigo muerto. Se ven los domingos para pasear. Nuestro protagonista conoce a un chico pijo y adinerado que se hace amigo suyo por el hecho de verlo leyendo El Gran Gatsby, supongo que decide que eso es cool. Ese hecho le hace incrementar su nivel de consideración dentro de la residencia universitaria, esto no lo entendemos porque no somos japoneses, si lo fuéramos lo entenderíamos. El final de los sesenta fue una época revolucionaria en todo el mundo, Japón no podía ser menos, pero los revolucionarios, las cédulas revolucionarias son vilipendiadas por inconsistentes, el ya lo tiene claro, incluso cuando era adolescente y no se podía saber de las quiebras e incongruencias de los planteamientos antisistema él ya lo tiene claro, pero no piensen que es un facha, no, él protagonista se desmarca en todo momento de los planteamientos de exaltación nacional–el acto de homenaje a la bandera por las mañanas, la caricaturización de los fascistas, lo suficiente para que observáramos su total independencia, es tan independiente que aunque va a clase se niega a contestar cuando se pasa lista, como si estuviera en huelga, pero no cualquier huelga, su huelga, es un estoico, un quijote, eso es lo que quizá admira a otra chica, a la única normal con la que se relaciona–.
La historia tiene tres relaciones o dos relaciones principales y varias sub-relaciones.

a) Con la novia de su amigo muerto.
1. Con su compañera de habitación del sanatorio después de haberse suicidado. Sí otra que se suicida.
b) Con la compañera de clase de teatro en la universidad
c) Con la novia de su amigo de buena familia. Esta también se suicida.

Por tanto estamos ante tres relaciones que terminan en suicidio y una la de su compañera de universidad con la que no termina de culminar hasta que veinte años después al terminar el flash-back decide llamarla y lo que es mejor, ella le coge el teléfono.

Dice Malherido con sorna que el final está bien. A mi me parece que cuando se habla de la adolescencia cada uno vuelve a su pasado al que tuvo y añora o al que hubiera querido tener y no disfruta. Quizá por eso sea tan difícil escribir sobre estos temas. Tokio Blues es sugerente, de alguna manera nos enfrenta con nuestra adolescencia, nuestros logros y fracasos del pasado, los amores malogrados, las palabras no dichas, las equivocaciones dañinas que un día nos separaron de alguien para siempre ¿Tú la llamarías? Yo no.

5/10/2006

El final no está tan bien

Hace unos meses estaba en Barcelona por trabajo. Mi oficina de Barcelona está junto a la Plaza de Cataluña que además de ser un lugar espacioso e iluminado esta cerca de la FNAC.

Quizá algún día hable de mi relación amor-odio con la FNAC pero hoy quiero hablar de uno de los libros que me compré en esa ocasión. Lo vi en el expositor y mientras los sostenía pensaba–ostia el escritor japonés este tan famoso, del que todo el mundo habla tan bien y además está en un expositor en lugar preferencial, me lo tengo que comprar y que portada más bonita, que título tan evocador: Tokio Blues, Norwegian Wood–. Como pueden imaginar me lo compré, me lo compré tan satisfecho que al pagar miraba de reojo a la cajera a ver si me decía–¡Oh, Tokio Blues, qué buen gusto!–.

Cuando llegué a casa pospuse su lectura, había un libro de un tal Roberto Bolaño, Los detectives salvajes, que requería mi atención. El libro de Haruki Murakami, el que les he comentado antes, el que compré entre otros en la FNAC, cayó en los brazos de Ana, que después de ojearlo lo secuestró y se convirtió en su lectura.

Yo la preguntaba según progresaba en su lectura que cómo estaba el libro–está muy bien– me decía, debía de estarlo pues avanzaba a buena velocidad. Mientras, yo seguía enfrascado en las correrías de Arturo Belano y Ulises Lima, los detectives salvajes, obnubilado y casi secuestrado, así que pronto olvidé a Murakami.

Un día Ana terminó el libro y me dijo–al final no está tan bien, el comienzo era mejor– Me quedé un poco preocupado porque yo me fío mucho de su criterio y eso no era un buen presagio. No recuerdo si por aquel entonces había terminado los detectives, sólo sé que el siguiente libro que empecé fue Doctor Pasavento.
A veces pienso que debería seguir un criterio para elegir el orden de lectura de los libros. Con Doctor Pasavento actué de una forma parecida a cuando compraba discos, a los pocos días de editarse ya había comprado el libro y lo estaba leyendo.
El problema para Tokio Blues en esta ocasión fue que Doctor Pasavento contiene miles de referencias a otros y no pude evitar en otro viaje a Barcelona comprar en la librería Catalonia, Mis amigos de Enmanuel Bové y Jacob von Guten de Robert Walter, que fueron leídos con la misma urgencia que tiene el yonqui para inyectarse el jaco.

Tokio Blues, por su parte, fue prestado a Blanca, una vecina nuestra, que debió de verlo en casa y supongo que preguntaría si estaba bien, o afirmó que alguien en el trabajo le había hablado de este libro y quería leerlo, no lo sé la cuestión es que Ana se lo prestó. A mi me da un poco de repelus prestar libros, y más si no los he leído. Un viejo amigo decía, citando a alguien, supongo “Hay dos clases de idiotas: los que prestan libros y los que los devuelven”. Pero Ana es mucho más generosa, ella si confía en alguien, le ofrece todo. De todas maneras mis temores eran infundados, el libro tras un periodo en manos de Blanca, volvió pacifico a nuestra librería. Por cierto a Blanca también le paso algo parecido–Empieza bien, pero luego pierde–.

Como Tokio Blues no estaba disponible, otros libros ocuparon su lugar en el orden de prioridades de lectura–si este existiera, pero la frase queda bien–. Hasta que hace unas semanas terminé Contra Natura de Alvaro Pombo, este libro no apareció en mi lista de prioridades, fue una urgencia. Terminé Brooklyn Folies de Auster mientras comía. No pude resistir la tentación y me terminé el libro. Debería haberme dejado unas treinta páginas para hacerlo en el metro, pero no lo pude remediar–Y ahora qué leo a la vuelta–pensé, así que me metí en el VIPS y entre el olor a refrito de la mesa de novedades–huele a refrito porque se cuela el resquemo de la cocina, no por las novedades en si mismas–me dejé capturar por un libro que tenía poco de urgencia y de sustituto para una vuelta en metro. La lectura de Contra Natura ocupó dos semanas escasas. Me había gustado era un libro espeso, lleno de vericuetos, reflexivo, evocador y sincero. Me ha parecido un libro sincero. A pesar de que usa un lenguaje complejo es un libro de alguien que escribe desde las entrañas, es un libro valiente que no busca el favor de los lectores, ni de los intelectuales.

¿Dónde estaba? ¡Ah! Sí después del libro de Pombo empecé Tokio Blues, mañana hablaremos de Tokio Blues. Por cierto, por la mitad de Tokio Blues estuvo a punto de cruzarse La lechuza ciega pero esta vino mal encuadernada.

5/05/2006

El día que nací yo



Esta canción, Hello Goodbye de los Beatles fue numero uno en Inglaterra en el día que yo nací. No sé cuantos números uno tuvieron los Beatles en el 67 pero no está nada mal.

Ana ha tenido más suerte todavía. Ella nació el día que era Número 1, Honky Tonk Women de los Rolling, todo un temazo.

Y Lucia como ya es del siglo XXI le tocó nacer el día que era número uno Lady Marmelade de Cristina Aguilera (aggg). El signo de los tiempos: vamos en picado.

Si quieres consultar qué era número el día que fumaste tu primer porro no tienes más que darle aquí

5/04/2006

El maniquí detrás de la cortina


El maniquí detrás de la cortina nos narra la historia del joven iraní: Mehrdad, enamorado en París de un maniquí, que compra y se lo lleva a Teherán, donde su novia: Derakhchande, lo ha estado esperado durante cinco años.
La novia se da cuenta del amor o la obsesión que Mehrdad tiene por el maniquí, y tras intentar infructuosamente, en base a burlas, anular esa pasión por la rival de cartón-piedra, decide convertirse paulatinamente en ella. Se pinta el pelo de rubio, se viste como el maniquí, y ensaya la perenne sonrisa feliz-fatal de la muñeca que ha logrado usurpar el corazón de su novio. Un día que Merhdad está muy deprimido, y ebrio, se anima finalmente a deshacerse de su imposible ilusión y a cuchilladas despedaza a su muñeca. La sangre regada por el suelo le hace descubrir horrorizado que en realidad ha asesinado a Derakhchande, que estaba en el puesto del maniquí, detras de la cortina, lista para darle la coqueta sorpresa de su total transformación.

Este es el resumen de un cuento de Sadeq Hedayat, el Kafka iraní.

Me parece una historia muy triste. Es sólo un resumen, no la he leído, me parece muy buena historia. Si clickais en el nombre hay varias historias aunque lamentablemente en inglés.

Quizás algún día seamos capaces de liberarnos de todas nuestras cadenas y amar con intensidad, con insistencia, hasta el agotamiento, donde no importan los días, ni las noches, ni los soles, ni las lunas, ni el mar, ni las olas , ni la soledad, ni el color de la tele en color.

Este párrafo ha quedado pastoso, muy pastoso