8/04/2006

El tigre dentro de mi

Lo que viene a continuación lo debería de enterrar y no tentar a la suerte, pero a lo mejor generó un conjuro extraño que me ayudó a cazar al tigre y ahogarlo en el hielo perpetuo del glaciar , cerca de la montaña mágica.

Hacía tiempo que no escribía con un boli sobre un cuaderno. No lo hago por placer sino por necesidad. Escribo por terapia. Me tambaleo. Es media tarde, todo el mundo se ha marchado, estoy solo, bueno no del todo, me acompaña el vegetal de siempre, mi compañero, mi escolta, mi reflejo. No, no estoy sólo, aún queda un lecho de fango en el cauce, no fluye, no suena pero tiene constantes vitales. Qué culpa tendrán las ranas de habitar en tan sórdida finca, son feas e inútiles, no importa mucho. Me voy del tema, es mejor. Vuelvo, hasta que dure, que espero que dure mucho hasta que se consuma y entonces que se preocupen los demás, que yo ya no podré. Que se preocupen o se liberen.
Hoy me siento erróneo, flácido, planchado. Me veo y observo mis piezas esparcidas por lugares desconocidos. Ustedes disculparan tanto “ego”, tanto “yo”, tanto “me”, pero no me encuentro con ganas de hablar de Vargas Llosa, o de Los Planetas, o de Natalia Berbeke. Si salgo de está ya les hablaré. Disculpen ¿Me dejan seguir? No les queda otro remedio, si se aburren vayan al bar, no se puede fumar pero el café no es descafeinado.
En mi interior hay un tigre, dentro de una selva que me incita a salir a cazarlo, pero tengo miedo, no soy cazador, nunca me ha gustado la caza, pero me lo pide con insistencia.
No me siento de ningún lugar me siento más bien un indigente que vive de los minutos que sobran del día.
No pienso en ella, pero si en una especie de parálisis, de asfixia llena de tubos, de respiraderos, por donde los aguijones se incrustarán en mis terminaciones nerviosas y recorrerán como serpientes mi cuerpo, hasta que se agote mi esperanza y me calme por completo y asuma que soy un enfermo, que recorrerá un pasillo amarillo, lleno de luces viudas. El que me empuja estará deseando abandonarme en el primer hueco que encuentre y pasará el tiempo y no llegará doctor alguno, y cuando aparezca, mirará con seriedad la hoja a los pies de mi cama e intentará no decir más de lo necesario antes de marcharse.
Buscaré consuelo en lo accesorio, pero todo lo que vea me recordará lo que no he sido capaz de hacer, los abrazos que me he ahorrado, las pieles que se rozaron y separaron por el sudor y el sueño, las tardes ensimismado por un gol que nunca llegó. Estaré a punto de llorar, porque es lo único que me quedará para completar la liturgia, pero pensaré que hay que aguantarse y estar entero. Después de un rato decidiré lo contrario, si además de estar jodido no puedo llorar, qué es lo que me resta, eso hará sentirse mejor a los demás, es lo que esperan. Yo quiero llorar, quiero llorar un glaciar y ahogar al tigre de una puñetera vez y aunque eso sea imposible y no ocurra así, eso es lo que deseo. No deseo que un supuesto artista en pijama me seccione el pecho y saque un arcoiris de problemas de dentro.
Me acuerdo de Ana y de Lucia sin poder hacer nada par evitar lo inevitable, con las lágrimas escondidas en los párpados y la sonrisa que tiembla.
No puedo, no debo escribir más.

Esto lo escribí el día que me confirmaron, luego no fue así, que tenía algo muy chungo dentro. Estaba jodido y me puse a escribir para expulsar mi dolor, no me sentí mejor, la verdad.

Es la primera vez que lo muestro, soy un exhibicionista, lo siento, estoy tan contento que poco me importa lo que viene mañana.

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