12/17/2006

Greg Dulli sin Mark Lanegan en el Auditori. Primavera Club


Esta noche suena brillante incitándonos a salir de nuestros cuerpos y mostrarnos como en realidad somos.

I'm ready let´s go dice Greg Dulli. Los Twillight Singers están esplendorosos, se manejan con una fuerza adusta y tranquila que los libra de parecer plomizos en los momentos más agrestes.


Ahora suena un solitario piano.


Asisto perplejo a su música robusta, engordadada por el tiempo que lleva en maceración. No pretenden más que hacer rock and roll, sin preocuparse de lo profundo o alternativo que pueda parecer.


Me encuentro avanzando entre el patio de butacas, nos han concentrado en un valle, estamos arrodillados ante su electricidad.


Estoy seducido por un sonido anterior que les rondaba en sus cabezas. La guitarra suena a blues y el humo de sus cigarros decora los primeros rayos de las lámparas y nadie se atreve a decirles nada.

Siempre han fumado es lo que requiere el momento.

Ese piano los transporta a lugares desconocidos, donde refleja la esmeralda.


Ruidos tranquilos, suaves, reposados de los Twillight Singers dejando que la voz afectada por la nicotina los divida.


Una cuestión pendiente son esos sonidos denostados y abruptos que me invitan a deslizarme entre su puntos, unos están romos y otros afilados como hojas recién templadas.


Yo quiero ser un ser tan oscuro y sobrenatural como Greg Dulli.


Ahora el largo hombre de negro se para, desliza un recitado plácido, después o antes de una explosión de ruido. Su voz suena honda, acompañada de una espiral de seis cuerdas que la traslada a los pasajes más inauditos que pudiera imaginar. Luego, de repente, el silencio más absoluto.


Cien guitarras suenan.


Da igual si son dos guitarras, lo están dando todo, el público lo sabe, ellos lo saben.


Es una banda ética, no pueden sentirse de otra manera que satisfechos.


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